Cinco
artistas abordan la relación entre el arte y los medios impresos, empleando
como soporte bastidores serigráficos, libros divulgativos, periódicos y pruebas
de imprenta a partir de los cuales ofrecen una visión critica de la comunicación
y el poder. Déborah Castillo (Caracas, 1971) toma como referencia los avisos de
ofertas servicios domésticos para tratar la desigualdad laboral y de género,
Javier Rodríguez (Caracas, 1975) reflexiona sobre el manejo informativo de las
noticias de actualidad internacional, Conrado Pittari (Caracas, 1983) propone
un cruce irónico entre el mundo del espectáculo y los acontecimientos políticos.
Teresa Mulet se detiene en el conteo simbólico de los homicidios en el país y
Jesús Hdez-Güero (La Habana, 1983) alude a las medidas de
silenciamiento comunicacional que intentan omitir el problema de la violencia
producto del uso ilícito de armas de fuego.
Teresa Mulet.
Ejercicio _ volumen 24.763, 2014
La totalidad de las propuestas refieren hechos específicos, acaecidos en el país o en entornos foráneos. Así desfilan la muerte de Bin Laden, el impacto de la telenovela Kasandra en Bosnia, el fallecimiento de un extranjero en Turumo, los requerimientos productivos de un sector social y las estadísticas criminales en Venezuela en 2014. Lo común a todas estas proposiciones es que gravitan sobre informes y noticias que circulan en medios impresos, algunos de los cuales están sujetos a presiones externas, no siempre justificadas. Frente a esto, la obra es un comentario a pie de página, donde el acontecimiento reseñado adquiere una resonancia reflexiva. Visto desde este ángulo el arte funciona como una forma de interpelación sensible -no literal pero precisa- en torno al significado de los hechos y su efecto sobre la configuración del imaginario común.
Déborah
Castillo. Documentos en regla. Clasificados, 2008
Javier
Rodríguez. No Photo Finish, 2012
Jesús Hdez-Güero. Balas de papel, 2013
Sin
embargo, a veces, la tecnología y la barbarie se juntan para impedir que las
cosas funcionen. Los medios impresos, particularmente la prensa, las revistas y
los libros, están bajo amenaza. Dos razones de signo opuesto justifican esa
presunción: de un lado el avance irreversible de la cultura digital que ha
modificado los criterios de publicación y los hábitos de lectura a escala global.
Del otro lado, las estrictas (y en ocasiones caprichosas) restricciones de
contenido que sufren los espacios editoriales en sociedades que confunden la
transparencia informativa con la conspiración. Como dice una sentencia anónima:
“cuanto más blanco es el papel, más resalta la mancha”.
Conrado Pittari. La guerra
de Bosnia, 2014