¿Qué hacer? Es la
pregunta que todos se plantean ante los desafíos y ansiedades de los tiempos
que corren. ¿Resistencia, éxodo o indiferencia? Ante tales interrogantes, Carolina Vollmer retorna al taller para
restablecer el orden que ya no se encuentra en la realidad, sólo para constatar
que la rutina cotidiana -como el país- están postergados hasta nuevo aviso.
De esta experiencia
de diferimiento obligado surge el proyecto expositivo Refugio en El Anexo/Arte Contemporáneo, muestra que establece un paralelo entre la parálisis forzada del
aparato productivo y las dubitaciones propias de la creación artística. Con eso
en mente, la artista hecha mano de materiales y objetos recuperados en fábricas
y edificaciones que poco a poco han detenido sus máquinas y cerrado sus
puertas. Queda la tarea de inventariar y almacenar todo ese patrimonio
inactivo, a la espera de un momento más propicio para su reactivación. Piezas
de una rotativa, filtros de chimeneas, fragmentos de pared … quedan reagrupados
como si se tratara de un almacén de fracasos, la memoria adelantada del
naufragio de un proyecto.
La idea de la
exposición, enmarcada en una reflexión desde el arte sobre la situación país,
se complementa con una instalación de bolsas transparentes con los capítulos de
la Carta Magna de la nación vuelta papelillo y un vídeo que muestra el proceso
de destrucción de dicho documento en una máquina de cortar papel.
La inhabilitación
simbólica del aparato económico y del ordenamiento constitucional genera una
causalidad disruptiva de la cual se alimenta la propuesta de la artista. Todos
los recursos empleados (bolsas plásticas, cables, botellones vacíos) son
recurrentes en su trabajo anterior, sólo que en esta ocasión hay menor carga de
intervención externa sobre ellos y más énfasis en catalogarlos. En definitiva,
se trata de testimoniar la quiebra funcional de un sistema, mostrando sus
vestigios inertes y desmembrados, fuera de la lógica productiva a la que
pertenecen.
Ya en otras
oportunidades la autora ha tocado temas propios del contexto actual, siempre
buscando un paralelo entre lo plástico y lo social, como sucede en el vídeo de
la demolición de una pared pintada (Siento,
luego hago. Carmen Araujo Arte, Caracas, 2010) o en la acción en un mercado
donde ofrece cables empaquetados como sucedáneos para palear la escasez de
alimentos (Sucedáneos, Galería Okio,
Caracas, 2012). En aquellos casos, como en la instalación Refugio, hay una convergencia entre la obra y el entorno que
recorre aspectos como la violencia y el desasosiego personal frente al caos. En
medio del drama, lo derruido, lo abandonado, lo inservible, recobran un sentido
diferente.
Finalmente, no se
trata sólo de los objetos que quedaron fuera de lugar y orden, sino del efecto
material y simbólico que esto tiene sobre la vida de las personas, cada
quien buscando un refugio y preguntándose qué hacer, mientras el polvo, las
telarañas y el moho continúan horadando las piezas de un mecanismo que ya no se
mueve.