martes, 29 de abril de 2014

José Ramírez. Ligeras variaciones


EL POLAROID, ACTO VIRGEN
Texto de Anne Louyot

“El acto es virgen aunque se repita”, René Char. In Feuillets d’Hypnos, 46

El Polaroid es una fotografía singular, una imagen anclada en el momento del clic, que no atraviesa el proceso de maduración del laboratorio, una imagen que se produce pero no se reproduce. Por eso, nos relaciona con la magia originaria de la fotografía,  herramienta inédita de desvío del tiempo y de confrontación con la muerte.
Las imágenes de José Ramírez exploran con sutileza esta particularidad del Polaroid. Es un acto que no se puede profundizar, sino, quizás, por otro acto. Por la repetición.
Aquí yace un instante, que no tiene sentido en si, un instante que ya pasó pero que dejó ciertas luces indefinidas, ciertos colores lavados, ciertas líneas indecisas sobre la pequeña ventana opaca y brillante del Polaroid.
Un segundo, una hora, un día – qué importa? – después, otro instante, retenido de la misma forma, luz, colores y líneas. Imagen parecida, pero fundamentalmente diferente. Otra imagen virgen que mira la primera desde su virginidad.
José Ramírez no insiste, el interroga con paciencia el enigma de la visualidad y el enigma de la fotografía a partir de variaciones ligeras de la mirada sobre el paisaje.  Mismo lugar misma luz; mismo lugar  otra luz; mismo lugar desde otro ángulo u otra distancia.
Su aproximación se parece a la de la poesía, del  aforismo, como el de René Char. Un aforismo, como una fotografía, es una afirmación sintética, cargada de energía, que traduce une adhesión a una realidad implícita, y al mismo tiempo una contradicción con esta misma realidad. La repetición del acto fotográfico revela a la vez la energía de este acto, su ambición de apropiarse de la realidad y su incapacidad a hacerlo. Virginidad admirable y desesperante del acto fotográfico, que no altera el sujeto ni es alterado por él. Sobretodo cuando el sujeto es paisaje. 
El mar, la playa, el Ávila, un árbol, un edificio. Clic. Clic. Una fecha, una hora, una firma. Clic. Clic.
Un acto nace, deja una huella que vale solamente por la energía lumínica de su propio nacimiento. Otro acto, otra foto. Entre las fotos, entre los actos fotográficos, se tiende un hilo invisible, inaccesible. Un hilo de partículas infinitas de tiempo, el tiempo del fotógrafo, el tiempo del paisaje, el tiempo de los espectadores. Algo pasa en el intervalo que no logramos agarrar, pero que hace vibrar las imágenes. Vibración del desplazamiento. Vibración de la imposibilidad de retener lo visible. Vibración del deseo inagotable de retener algo de lo visible. Vibración, por fin, de la interacción con el visible.
En este sentido, la repetición no es tanto una vacilación en el camino hacia la muerte, como un impulso de vida a pesar de las limitaciones de la percepción humana frente al espectáculo del paisaje.
Qué es la fotografía, sino una repetición en acto?
Julio de 2013

José Ramírez. Ligeras variaciones
Nada más elocuente que la luz trasplantada a un soporte sensible cuando se trata de tomar un molde especular del entorno en que habitamos. Árboles, edificios y horizontes se dejan replicar en una escala proporcional a la avidéz del fotógrafo que explora lo real con su trampa de imágenes. José M. Ramírez juega con lo que hay dentro y fuera de la cámara oscura, idea que prevalece en los proyectos realizados en una casa de  Santa Lucía (Maracaibo, 2012) y en un antiguo colegio de Petare (Caracas, 2013). En ambas experiencias el mundo exterior se infiltra en los recintos privados, yuxtaponiendo así dos ámbitos espaciales y simbólicos. En otras oportunidades, sin embargo, el autor traslada el énfasis hacia lo que está afuera como en la serie Paraguná: dilemas luminiscentes (Museo Alejandro Otero, Caracas, 2011) y en el conjunto de polaroid tituladas inicialmente Miradas modernas  (2010) y rebautizado como Ligeras variaciones. En este último caso, las imágenes van de dos en dos, siguiendo un patrón cuasi estereoscópico, cuya proximidad abre un intersticio dialógico entre lo similar y lo distinto. En realidad, ningún lugar es identico a lo que fue o será del mismo modo que ninguna persona permanece intacta a lo largo de su vida. Siempre hay, cambios de atmosfera, ángulos distintos y encuadres inéditos, que hacen que un sitio sea siempre otro lugar diferente al de la penúltima vez. Ramírez aprovecha esta ambigüedad, como si en cada toma lo ya visto ofreciera una nueva oportunidad para repasar lo conocido y encontrar cosas ignoradas, por minúsculas e imperceptibles que parezcan. Sus registros son también  la posibilidad del reencuentro con la escena fundacional de nuestra visualidad, ese territorio “de gracia” que aún se debate entre quimeras y naufragios.
El Anexo / Arte Contemporáneo

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